Slider

jueves, 6 de diciembre de 2018

EL MIR INOLVIDABLE



EL MIR INOLVIDABLE

(Gonzalo Lema)

Escribo estas líneas desde el profundo agradecimiento. Prescindo del necesario pudor. Ahora, circunstancia única, prefiero que mi admiración y mi reconocimiento a los jóvenes de ese entonces, se exprese con verdadera espontaneidad y deje atrás cualquier pose. He venido a rendir homenaje al mirismo histórico, a sus muertos anónimos y célebres, a sus sobrevivientes, al tenaz idealismo que supo sostenerlos de pie con fuego en la mirada. He venido a decirles, a quienes quedan de esos veinte años de resistencia firme y heroica, que este es el tiempo exacto para narrar in extenso sus vidas con la misma tenacidad que tuvieron para resistir a la larga dictadura. Por eso aplaudo la aparición del libro Testimonio y Legado. El MIR Histórico en la recuperación y reconstrucción de la democracia contemporánea 1964–1984. Poco importan los derroteros diversos que se abrieron a su paso cuando ya lograron instalar la democracia, y de muchos se convirtieron en multitud. Importa esencialmente, creo, el larguísimo camino de sangre y muerte que recorrieron con grandeza de espíritu, con valentía sin igual, y con rasgos notables, propio de los grandes hombres. Importa que el joven de ahora los escuche y los lea. Que el joven de ayer los recuerde. Que la democracia se estremezca haciendo memoria. Todo eso importa, y aún más: importa que se estrechen la mano por esos tiempos constitutivos, hechos de la misma materia dura de la guerra de la Independencia, de la guerra del Chaco, de la revolución del 52. Porque el 10 de octubre de 1982 no puede quedar vacío de contenido histórico, cual cáscara que el sucio viento de las calles lleva; y si más bien, debe recordarse como fecha primordial de la democracia contemporánea boliviana. Tiene esa honra incomparable.

Mis palabras vienen desde la absoluta lejanía. La política apenas se me aproximó y nada se esmeró en convertirme en militante partidario. Mi adolescencia íntegra pertenece al septenio tortuoso de Bánzer y transcurrió en un colegio musical que subrayó mi ausencia. Mi juventud me llevó a un confín del mundo. En esos años de descubrimiento personal, ignoraba la lucha, embrionaria del mirismo, de tantos jóvenes resistiendo al desalmado Barrientos, al contradictorio Ovando. Casi nada supe de aquel fulgor de la Asamblea Popular que ya supo avizorar el acceso democrático al poder de la izquierda nacional. Por supuesto, Natusch me pareció incomprensible porque su arrebato desmedido resultó muy tonto inclusive para él. También advertí pronto que García Meza y Arce Gómez inaugurarían el infierno otra vez. Pero la política apenas despertó mi curiosidad intelectual. Hace más de medio siglo, un escritor pudo expresar mi sentimiento para siempre: “Vida y muerte le han faltado a mi vida”. Es decir: plenitud. Compromiso. Pasión. Entrega. Gratuidad. Idealismo. Fuego. Amor al prójimo distante. Lucha y sangre. Resistencia valiente en todo momento, en cualquier circunstancia y en cualquier lugar. Declararse enemigo de los usurpadores de la soberanía. Mentarles la madre a gritos y en inteligentes grafitis y panfletos. Denunciar sus actos corruptos, viles, sanguinarios, en Bolivia y en el mundo… Pero no fue así. Tal vez por la poca edad o por vocación excluyente. Me queda el consuelo de pensar que como yo, en la adolescencia y juventud, miles de bolivianos resistían a los sucesivos gobiernos militares desde la soledad. Desde la pura sensibilidad. Desde la conciencia propia. Tristes, claro que sí, porque faltaban los codos compañeros para ser masa combativa.
Sin embargo, como sucede casi siempre, los chismes no tardaron en llegar. Los jóvenes del MIR se hacían oír en las universidades de Bolivia. Luego, en los combativos centros mineros. En la marcha de los fabriles. En las reuniones de Estados democráticos. Y de pronto, un día de inspiración cierta, dieron con la fórmula que entroncaba el pasado revolucionario con el presente muy necesitado de revolución. No sólo que habían resistido a la dictadura larga derramando muertos indóciles, sembrando desaparecidos y recuperando agónicos y moribundos compañeros, sino que abrieron la gran puerta para que toda esa fuerza popular, ese impulso de torrente o turbión con venas gruesas, ingresara al Palacio Quemado con el voto popular en la mano. Se habían desclandestinizado, como solían decirse entre sí. Pero era más: se habían viabilizado para la toma del poder político.
(Los años del mirismo en gobiernos de democracia esperan su propio libro. Es lógico. Testimonio y Legado así lo exige.)
No es pertinente que les comente este libro, seguro, como estoy, que lo han escrito todos ustedes, compañeras, compañeros, aquí presentes. Este libro tiene autoría plural, diversa, nutrida de innumerables puntos de vista reflejados en testimonios de un frente de resistencia, de otro, de un sector, y de otro, de un militante, de centenares de militantes, y su misma redacción devela pronto, sin bien en particular la mano sobria, mesurada, de Alfonso Camacho, la participación directa y frontal de manos y manos, de voces e inteligencias y sentimientos que revelan los distintos orígenes del MIR. Los varios afluentes. Diversas ideas primordiales que concurrieron a la lucha por la democracia, como también miles de solitarios dispuestos a resistir. A mí me ha sido posible advertir en su lectura la doctrina esencial de algunos compañeros, como la sencilla bronca de los otros. Cristianos, marxistas, obreristas, disidentes del movimientismo, maoístas, pragmáticos, idealistas incurables, demócratas y valientes en general capaces de jugarse la vida. Lo hicieron, en definitiva. Y su huella está en este libro. Recubriendo las ideas y sentimientos, como la piel que cubre el cuerpo, el mirismo.
¡Qué difícil definir el mirismo! Al mismo tiempo, qué innecesario. El propósito común, derrotar a la dictadura, instalar la democracia, se presentó con solidez suficiente, y también excluyente, para el tiempo de lucha. Así fue, seguramente, porque hasta fueron capaces de trascender la idea de la resistencia armada y arribar con convicción declarada a la resistencia civil, puramente política. Es notable que haya sucedido así, si se toma en cuenta la influencia de las guerrillas urbanas como rurales que se desplegaron en el subcontinente y en nuestro propio país. Es digno de particular mención el momento ─ ¡porque hubo un momento, claro que sí! ─ en el que aquellos jóvenes políticos decidieron luchar con la fuerza de la razón y espantaron para siempre la tentación, tan propia de aquel tiempo, de emular la guerrilla del Ché, como lo hicieron los guerrilleros de Teoponte triste. El mirismo, si se fuerza un concepto, fue voluntad plural, es decir heterogénea, pero fue revolucionaria, al servicio del anhelo más profundo de nuestra sociedad: la democracia. Ojalá que a nadie ahora le parezca poco. Todos sabemos que la democracia es esencial para nuestras vidas pero siempre hay gente que se olvida, que antepone falsas ideas como gobernabilidad ante todo, o de paz social, de estabilidad económica, de progreso, por encima de la democracia misma, de su cálido sentimiento, de su aire de libertad. Sabemos que no es así ni lo será, por supuesto. Una democracia de rodillas no le sirve a nadie. Una democracia agradecida a un patriarca, menos aún. Una democracia condicionada por ideas delirantes, amenazantes, supuestas poseedoras de la verdad que sabemos inalcanzable, no nos sirve ni para empezar.
El libro Testimonio y Legado ideologiza. Eso mismo sucede con el buen teatro, con la buena novela y con el buen poema. Con la conversación de calidad. El buen libro con mayor razón. Y este es un muy buen libro: muy particular, único, testimonial de una generación valiente, escrito por cada uno de ustedes derramando lágrimas. Me parece fundamental que lo libren al público y lo impulsen para que se sepa lo que ustedes fueron y lo que son. ¿Acaso no hay razones de verdad para sentirse orgullosos? ¿Acaso no cumplieron con la patria? Yo creo que sí lo hicieron, y a cabalidad. Yo mismo me declaro Udepista donde puedo, porque es el primer gobierno de esta nuestra democracia fruto de su lucha. Y me apresuró en agradecerles de corazón. ¿Cómo no decirles gracias en momento tan oportuno? Gracias, miristas, por su lucha inolvidable.
Cochabamba, noviembre de 2018.


No hay comentarios:

Publicar un comentario