En la prensa afín al
socialismo del siglo XXI corren versiones sesgadas acerca de la renuncia del ex
presidente Evo Morales, sobre todo a partir de las declaraciones del
renunciante, quién se presenta como “víctima de un golpe de estado”. Ante esta distorsión
es necesario escribir y repetir una y mil veces que lo que hubo fue una larga
lucha que culminó con la victoria de la resistencia pacífica del pueblo frente
al fraude de las prepotentes y violentas fuerzas evistas apoyadas por elementos
ligados al narcotráfico y las bien o mal intencionadas fuerzas de la
desactualizada izquierda internacional.
Mediante referéndum de 21 de
febrero de 2016 Bolivia decidió que desde enero de 2020 tendría un nuevo
presidente, puesto que el art. 168 de la Constitución, cuya modificación negó,
prohíbe la re-elección de los primeros mandatarios por más de dos períodos
consecutivos. Sin embargo de esta decisión soberana del pueblo y su carácter
vinculante, Evo Morales y sus seguidores iniciaron una conspiración golpista
para desconocer la voluntad popular y la Constitución.
Al principio intentó
desprestigiar el 21F pretextando que la votación adversa era resultado de una
mentira que resultó más bien ser una verdad incuestionable cual fue su romance
con Gabriela Zapata. No pudiendo desvirtuar el 21F, Evo Morales decidió dar el
golpe mediante una triquiñuela jurídica. Manipuló al Tribunal Constitucional para
que en la sentencia constitucional 084/2107 de noviembre de 2017, declare que “la
re-postulación indefinida era un derecho humano”, golpe que el pueblo boliviano
decidió resistir pacífica pero firmemente. “Bolivia dijo NO” fue la consigna
movilizadora que persiguió como una pesadilla a los golpistas quienes
implacablemente siguieron su plan de re-re-re-elegirse, modificaron la ley de partidos
políticos, adelantaron el proceso electoral y se inscribieron como candidatos,
ante la complacencia del Tribunal Electoral, cuya misión era hacer cumplir el
referéndum del 21F, pero hicieron vista gorda habilitando al binomio ilegal Evo
– Lineras.
Sin embargo del vicio que
significaba la habilitación del binomio ilegal, el pueblo decidió enfrentar el
fraude en las urnas, apoyando masivamente al candidato legal mejor posicionado
que recayó en Carlos Mesa, quien enfrentó en condiciones de inferioridad al todopoderoso
binomio ilegal y su parcializado Tribunal Electoral cuya misión era hacerle
ganar a como dé lugar en primera vuelta. Así lo hizo, armando un fraude vergonzoso
que queda en los anales de la historia.
Frente al fraude, el pueblo
inició la última etapa de la resistencia al golpe evista y la nulidad las
elecciones fraudulentas se convirtió en el objetivo inmediato con el que se entró
al paro general indefinido, tan pacífico al punto que fue motivo de burla por
el presidente Morales. 22 días de paro, multitudinarios cabildos en las
principales ciudades de Bolivia, y la auditoría de la misión técnica de la OEA
que estableció el fraude, provocó la solidaridad de la policía nacional y las
Fuerzas Armadas que se unieron al pueblo que exigía ya no solamente la
anulación de las elecciones, sino la renuncia del presidente cabecilla del
fraude, renuncia que se materializó el 10 de noviembre de 2019 allanándose el
principal obstáculo para la reposición del hilo constitucional. El gobierno
transitorio, la nulidad del fraude y la realización de nuevas elecciones es el
camino que hace viable la reposición de la democracia plena en Bolivia.
Que no nos cuenten cuentos,
fue Evo Morales quién golpeó la institucionalidad constitucional y desconoció
la voluntad popular. Lo que hizo el pueblo con su resistencia pacífica fue
reponer el hilo constitucional; toda la violencia terrorista posterior es
financiada y motorizada por los candidatos fraudulentos apoyados por el
presidente de México, los gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y el kirchnerismo argentino. Todavía queda
un camino largo, el obstáculo más difícil ha sido allanado pero la herencia de
racismo y violencia que nos dejó el ex presidente Morales es una secuela que
debemos trabajar en varios frentes, especialmente en el plano de la
comunicación y la educación. Una tarea fundamental para el próximo gobierno
democrático.
Cochabamba,
23 de noviembre de 2019
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